HAITÍ: Un año después del terremoto

Con ocasión del primer aniversario del terremoto que devastó  Haití el 2 de enero de 2010, se han multiplicado las reflexiones de diversos grupos sobre la tragedia, y se han hecho balances de la situación actual. El P. Alfredo Ferro, coordinador del sector social en la Conferencia de Provinciales de América Latina (CPAL), las resume del modo siguiente: "Haití encarna una realidad de frontera para todos los que mantenemos un mínimo de sensibilidad cando nos enfrentamos con una tragedia humana de estas dimensiones. Es un realidad límite donde la vida está constantemente amenazada y por eso requiere que se actúe con prontitud. Son muchas las causas que han generado esta tragedia (un pasado turbulento, el terremoto, la ineficiencia del gobierno y de la comunidad internacional, el cólera, la realidad política etc. etc.) y que nos permiten hablar de un drama humano y natural... Desgraciadamente han sido demasiadas las promesas y pocas las acciones que, a pesar de todos los recursos humanos y materiales, se han puesto al servicio de la reconstrucción. Se ha actuado con lentitud, con falta de organización y de verdadera voluntad política  por parte de la comunidad internacional... Por otro lado, las condiciones locales no han ayudado mucho para que pudiera adoptarse otro tipo de actividad..." El recuerdo del aniversario ha movido a los jesuitas de Haití y sus colaboradores a lanzar un llamamiento contra el desánimo y para invitar al pueblo haitiano a no dejar pasar la oportunidad  de trabajar por el crecimiento del país. "El terremoto" - dice la proclama - "no ha sido una maldición de Dios; este drama es, en parte, consecuencia de la proclividad sísmica del país, junto con la irresponsabilidad, negligencia y egoísmo de nuestras clases dirigentes, y de una falta de conciencia cívica por parte de todos nosotros". El llamamiento concluye con una serie de sugerencias dirigidas a los actores envueltos en la reconstrucción. Los jesuitas haitianos piden al pueblo "reforzar la conciencia nacional"; a los ciudadanos de todo el mundo a "continuar la movilización a favor de la Isla"; a la clase política "a que dejen a un lado los intereses personales para ocuparse del interés del país"; a las organizaciones no-gubernamentales "a que lleven adelante una cooperación sincera y fecunda que redunde, realmente, en provecho de Haití"; a los religiosos y religiosas de todas las confesiones "a que trabajen juntos, por encima de cualquier diferencia,  y que pongan a las personas en el centro de su acción".

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