(publicación de Juan Eduardo Fuenzalida, sj .)
Hoy en la noche celebraremos We Tripantu, el año nuevo mapuche. ¡Cuánto sentido me ha hecho preparar esta celebración del año nuevo! Durante toda mi vida me he pasado mirando al norte. Deseando su desarrollo, mirando sus gobernantes, estudiando su historia y su cultura, celebrando sus fiestas… pero estos meses aquí me han comenzado a regalar una nueva mirada. Una mirada que toca esta tierra y nuestra gente.Nunca me había preguntado por qué celebrar el Año Nuevo cada 1º de Enero… y hoy que me lo pregunto, no lo entiendo. En estos días hemos tenido lluvia y neblina, el frío ha comenzado a calar dentro, la tierra comienza un nuevo ciclo alrededor del sol. Los días se comienzan a alargar y las noches -¡al fin!- se acortarán. Hay esperanza. Un nuevo comienzo. Una nueva posibilidad.
La tierra nos promete una nueva posibilidad de comenzar. Los terrenos ya están preparados, y luego será el tiempo de la siembra, esperando que la semilla caiga, pueda morir, para dar su fruto… y fruto abundante. Surge la esperanza de que nuestra madre tierra nos regale nuevamente el pan de cada día. Pan que nos permite sentarnos a la mesa, compartir lo que tenemos con la familia y con quien llegue de visita a nuestra casa. No queremos más, sólo pedirle que todos quepan alrededor de la mesa y no le falte el pan a nuestros hermanos del sur, ni a los del norte. Que no falte en la ciudad ni en el campo, a mineros ni indígenas, a estudiantes ni adultos mayores. Que a nadie le falte.
Un nuevo ciclo comienza. Sigo llegando a esta tierra de encuentros. Un nuevo tiempo para mi vida y vocación. Y mi corazón comienza a alargar sus días y acortar sus noches. La esperanza de que la gente me siga recibiendo en sus casas, compartiendo lo que tienen y dándome permiso para hacerme parte de sus vidas. Es una esperanza con buen pronóstico, que me hincha el corazón y me alegra.
Hoy en la noche, con las rodillas dobladas sobre la tierra húmeda, elevaré mi oración a Dios por tantos que han sido parte de mi historia durante este año que terminamos. Agradeceré por tantos y tantas que me he encontrado en mi camino en Osorno y Santiago, Cuba y México. Pediré perdón por tantas veces que me he quedado con la semilla en el bolsillo y no la he plantado; con el pan guardado en la mochila para comérmelo solo; por tantos que he dejado fuera de mi mesa durante este año. Perdón. Y con esperanza, miraré el canelo elevándose al cielo y siguiendo su mirada -y junto a él y al resto de la creación- le pediré a Chaw Dios que sea generoso con esta tierra que soy, para que este año que comienzo pueda sembrar con generosidad, dejarme podar con humildad, y compartir la cosecha que él regale.
Que en este we tripantu podamos mirar nuestro sur.
¡Feliz we tripantu para todos!
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