Eternos Laberintos
Los argentinos habitamos en un laberinto. Nosotros lo llamamos país, pero sin duda alguna es un laberinto. Uno de esos que se pueden encontrar en las ciudades turísticas, pero más grande, mucho más. Tan grande como la proa de un continente.
Andamos perdidos por sus callejuelas buscando una salida inhallable, sin saber que para llegar a ella, antes tenemos que encontrarnos a nosotros mismos.
Mientras tanto, los que dicen haber llegado al final del recorrido, simulan orientarnos desde arriba. Pero las pistas son falsas, claro, porque sino terminaría su diversión.
Los argentinos proclamamos la unidad pero amamos el fragmento. Cada día creamos nuevos cercos, caminos fragmentados y sin salida. Los argentinos buscamos la salida de un laberinto que vamos construyendo a medida que avanzamos.
Cuando la justicia se lee sólo como castigo, cuando los fallos se leen como venganza, cuando las condenas arrastran nuevas víctimas, el laberinto tiende nuevas calles.
Luego, nosotros las transitamos a oscuras.
Alejandro DinamarcaAndamos perdidos por sus callejuelas buscando una salida inhallable, sin saber que para llegar a ella, antes tenemos que encontrarnos a nosotros mismos.
Mientras tanto, los que dicen haber llegado al final del recorrido, simulan orientarnos desde arriba. Pero las pistas son falsas, claro, porque sino terminaría su diversión.
Los argentinos proclamamos la unidad pero amamos el fragmento. Cada día creamos nuevos cercos, caminos fragmentados y sin salida. Los argentinos buscamos la salida de un laberinto que vamos construyendo a medida que avanzamos.
Cuando la justicia se lee sólo como castigo, cuando los fallos se leen como venganza, cuando las condenas arrastran nuevas víctimas, el laberinto tiende nuevas calles.
Luego, nosotros las transitamos a oscuras.
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