...una cuestión de familia sj.
“Mi hija crece y mi hermano acaba de morir. Mi familia me necesita más que nunca… No sé qué decirle a mi hija cuando me pregunta si volveré a estar con ella… Quisiera decirle que no se preocupe… que me ocuparé de ella y que todo irá bien. Esto es lo que más me hace daño y me preocupa: no sé si voy a poderla proteger, si voy a poderla guiar por el buen camino.”
Estas palabras las escribió de su puño y letra una mujer que se graduó en la Nativity Jesuit Middle School (Milwaukee, WIS) y que actualmente se encuentra detenida, a la espera de una resolución judicial que decida su destino de deportación.
Más de 12 millones de sin papeles, muchos de ellos estudiantes en colegios de la Compañía, o fieles de nuestras parroquias o personas que atienden nuestros servicios sociales, viven con un miedo constante a las redadas contra los migrantes, tanto en el trabajo como en sus casas. Y aunque no se vean amenazados por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas, su estado vulnerable los vuelve impotentes ante la explotación de prestamistas, empleadores y dueños de empresas.
Lo que más me desconcierta es la retórica hostil de grupos y políticos anti-inmigrantes que distorsionan el problema para su propio provecho utilizando las armas del miedo y de la mala información para inflar fobias sobre incertidumbres económicas, crímenes, o “seguridad nacional”. Este rencor caustico y este descarado racismo aleja al resto de la humanidad de los migrantes y crea un clima irrespirables. El teólogo Padre Dan Goody observa que “a pesar de las dificultades físicas de su camino, muchos migrantes dicen que lo más difícil es la falta de dignidad que sufren en su propia carne cuando la gente lo trata como perros.”
Uno de los mayores retos es educar a nuestra comunidad católica, casi toda de inmigrantes en su origen, que muchas veces adolece de simpatía hacia los nuevos inmigrantes.
En junio de 2010, los provinciales de la Compañía de Jesús en Estados Unidos firmaron una carta pública dirigida a miembros del gobierno para que revisaran las leyes de inmigración que no se respetan ofreciendo a los inmigrantes un camino para ser ciudadanos según la ley, para que obtengan protección jurídica, y para que a los países de origen se les dé una mayor ayuda para el desarrollo (de naturaleza no militar). Para que toda la gran Familia Ignaciana se comprometiera en ello, invitaron luego a grupos pertenecientes a la Familia a que aprobaran una carta que acompañara a la primera insistiendo en los principios de la reforma sobre la inmigración que habían pedido la Conferencia Episcopal Católica y los provinciales de Estados Unidos. www.jesuit.org/
Cuando atiendo manifestaciones y marchas, grupos de oración a favor de inmigrantes, su fe me impresiona y su alegría también, a pesar de las muchas dificultades que encuentran en su vida. Me siento inspirado por su sentido de comunidad y viendo cómo se sacrifican por su familia. Al caminar con ello me siendo profundamente solidario con jesuitas y colaboradores ignacianos del mundo entero que han defendido y defienden heroicamente a los desplazados. Y ahora que nuestra incidencia política en Estados Unidos trasciende las fronteras de nuestras provincias y de los sectores apostólicos, estoy empezando a darme cuenta de que tenemos potencial para cambiar las cosas. Me siento con valor para unirme a este camino de fe y añadir mi voz a su llamada para pedir una justa reforma de las leyes de inmigración. En la oración, puedo entender con más hondura lo que tuvo que sentir la Santa Familia de Nazaret al ver que se les cerraban muchas puertas. Y espero y pido que un día la puerta se abra de par en par.
John Sealey
Provincial Assistant for Social and International Ministries, Milwaukee, WI, USA
jsealey@jesuitswisprov.org
No hay comentarios:
Publicar un comentario